LOS BENEFICIOS DE LA SANGRE Y SUS ROCIAMIENTOS: LA FIGURA DE LOS SACREIFICIOS
INTRODUCCION
Dios nuestro Señor ha prometido en su Palabra llevar a la perfección la obra que él ha comenzado (Fil. 1:6). En este perfeccionamiento se involucra Dios, directamente, pero también lo hace el hombre y su participación es obedeciendo. Este obedecer consiste en dejar que el Señor haga la obra completa que quiere hacer, disponiendo su ser para ese proceso. La Biblia nos enseña (Pr. 4:18) que la senda del justo (el justificado por Cristo Ro. 5:9), es como la luz de la aurora, que va hacia la perfección. Al ver la vida del general sirio Naamán (2 R. 5:1,10,14), nos encontramos que su cuerpo que padecía de lepra, fue restaurado cuando se complementaron las siete zambullidas en el río Jordán, que el profeta de Dios Eliseo, que es tipo del Espíritu Santo, le había sugerido que hiciera. En esto podemos notar que las sucesiones del sumergimiento en las aguas le fueron quitando la inmundicia de la lepra, que es tipo de pecado, hasta que fue limpio por completo. De la misma manera, al someternos a Dios en obediencia, los rociamientos de la sangre de Cristo irán purificando nuestro ser, hasta la perfección.
I. LA SANGRE DE CRISTO (He. 9:11-14)
En el tiempo de la ley, Dios estableció el sacrificio de un cordero cuya sangre era ofrecida para remisión de pecados (He. 9:22). La paga del pecado es muerte y para obtener el perdón se hacía necesario sacrificar la vida de un sustituto. La sangre de aquel animal, que era ofrecida en expiación sobre el altar, sólo podía cubrir el pecado, no lo quitaba ni borraba. La sangre presentada demostraba que una víctima inocente había tomado el lugar del pecador. Ahora existe un mejor pacto, pues ya no es la sangre de animales la que se ofrece sino Cristo, mediante su sacrificio y el derramamiento de su sangre, pagó de una vez y para siempre por el pecador. Cristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, no el pecado de todo el mundo, sino el pecado que el mundo graba en el hombre, constituyéndose en nuestro sustituto. Pagó para reconciliarnos con Dios y por eso la preciosa sangre de este Cordero tiene un efecto doble.
A. DERRAMAMIENTO
Consiste en verter un líquido del vaso que lo contiene (Lc. 22:20). Esto sucede:
1. Cuando Cristo nos limpió, cubriéndonos con su sangre para borrar el pecado, convirtiéndonos en salvos.
2. Con la sangre o vida presentada sobre el altar en sustitución y para expiación (Lv. 17:11).
B. ROCIAMIENTOS
Es la aspersión o lluvia de un líquido (He. 12:24; 11:4). Se lleva a cabo por:
1. La aplicación personal de la sangre de Cristo.
2. El lavamiento regenerativo mediante la obediencia.
3. La sangre tomada del altar y rociada sobre las vestiduras (Lv. 8:30).
II. LOS SIETE ROCIAMIENTOS
Son los efectos del rociamiento de la sangre de Cristo, y suceden cuando la persona obedece.
A. ARREPENTIMIENTO Y CONVERSION
El Espíritu Santo trabaja para hacer creer, para convencer de pecado. Dios usa vasos para presentar a Cristo por la palabra predicada. El creer conlleva un arrepentimiento y una conversión en la persona. Al creer, se da un trabajo de Espíritu a espíritu, pues el Espíritu de Cristo le da vida al espíritu del hombre (Hch. 3:19; 1 Co. 6:17;15:45; Ro. 8:10), para ser metido en el proceso de la operación regenerativa.
B. BAUTISMO EN AGUA
Se inicia el trabajo en el alma. El espíritu está vivificado. Es un acto de fe que lava la conciencia (1 P. 3:21). Muchos no quieren bautizarse a pesar de ser una ordenanza del Señor Jesucristo como paso inmediato al creer (Mr. 16:16), para identificarse con El (Ro. 6:3-5; Col. 2:12).
C. BAUTISMO CON EL ESPIRITU SANTO
Se sigue trabajando en el alma, dándose por el Espíritu la investidura de poder (Hch. 1:8). Se manifiestan las lenguas del Espíritu (Hch. 2:4). Se
tiene el accionar de Dios por medio de los dones espirituales (1 Co. 12:7-
11). La unción del Santo (1 Jn. 2:20), nos enseña, nos guía, nos da a conocer las cosas; pero también nos da cobertura en medio de la contaminación del mundo, ya que vivimos como en casa ajena por no ser de este mundo.
D. CONSAGRACION
El Espíritu Santo continúa su tarea en el alma para regenerarla. Renunciamos, por el Espíritu, a la vida vieja, es decir, a toda obra de la carne (Ro. 8:12-13; 12:1-2; Ef. 4:22-23), a romper ligaduras de impiedad. Se da una reprogramación, renovación o preparación para hacer lo que Dios desea que hagamos.
E. SANTIFICACION
El hombre se consagra, pero el que santifica es Dios (Ex. 31:13; 1 Ts.
5:23). Ya se dejó de hacer lo malo, pero ahora hay que hacer lo bueno y el Señor nos aparta para El, con un propósito Santo (Ex. 22:31). El Espíritu Santo también toma parte en la santificación (2 Ts. 2:13), de manera que seamos ofrenda agradable para Dios (Ro. 15:16).
F. SERVICIO
El servicio es el resultado de hacer en el Espíritu lo que Dios pide que se haga (Ef. 2:10). Para el servicio no hay premio si previamente no hay renovación y santificación. El Espíritu Santo es quien hace o prepara a los servidores, convirtiéndolos, primeramente, en adoradores (Jn. 4:23), llamándolos luego (Hch. 13:2-3) y guiándolos en la obra (Hch. 16:6-7).
G. GLORIFICACION
El cuerpo no se regenera sino que se muta o transforma. Este rociamiento es en una dimensión gloriosa con Cristo (1 Ts. 4:16-17; 1
Co. 15:51). Este rociamiento también es el número ocho, pues este es
número de reinicio, porque la glorificación, transformación o mutación trae la nueva creación. Si vemos nuevamente la figura de Naamán el sirio, fue hasta la zambullida número siete cuando desapareció la lepra, así a nosotros nos van a quitar la carne; ahora estamos en un proceso de evolución del alma y del espíritu, en donde no se ha manifestado todo lo
que hemos de ser, pues también hay un proceso para el cuerpo y Dios no va a regenerar algo que va a transformar en un abrir y cerrar de ojos.
ROCIAMIENTO DE LA SANGRE, LIMPIEZA PARA REGENERACION
Transformación | 7 | ||||||
Ministerio | 6 | ||||||
Santificación | 5 | ||||||
Consagración | 4 | ||||||
Bautismo del Espíritu Santo | 3 | ||||||
Bautismo de Agua | 2 | ||||||
Creyendo | 1 | ||||||
III. EL PORQUE DE LOS ROCIAMIENTOS
De acuerdo a lo que se ha visto, podemos asegurar que para el cristiano es necesario completar los siete rociamientos, ya que este es el proceso para llegar a ser más que vencedores, los primeros seis son para vencer la carne y ser usados por el Espíritu Santo y el séptimo es para ser llevados con Cristo, para luego regresar a vencer a sus enemigos; pues en su epifanía Cristo viene con espada a reinar. Ahora el reino de Dios está inmerso en otro reino y ambos reinos, luz y tinieblas, coexisten, pero cuando Cristo venga se suprimirá uno, el de las tinieblas.
El Señor Jesucristo a empezado a instaurar su reino en los corazones de los suyos, que son aquellos que fueron salvos o redimidos con su sangre y a quienes hoy está rociando esa sangre. Para instaurar este reino en los corazones, el Señor empezó teniendo una gran victoria sobre la muerte, resucitando de entre los muertos (Ap. 1:18) y cuando vuelva, establecerá su reino aquí para reinar en todo el universo. El Señor vive y por eso puede dar vida. Por eso la muerte y el sepulcro ya no tienen victoria (1 Co. 15:55).
A. CONDICION DEL HOMBRE SIN CRISTO
Tiene una separación en vida de la comunión con Dios. Le espera la muerte segunda (Ap. 20:14-15; 21:8). Su condición es:
1. Su espíritu está muerto por el pecado del alma.
2. Su alma está separada de Dios, por el pecado. Existe una muerte espiritual.
3. Su cuerpo está condenado a la muerte física y el sepulcro será su morada.
B. CONDICION DEL HOMBRE SALVO POR CRISTO
Tiene prometida la transformación o resurrección del cuerpo, como resultado de una victoria interior de su alma y espíritu. Por ser vencedor, no sufrirá daño de la muerte segunda (Ap. 2:11; 20:6). Su condición es:
1. Su espíritu está vivificado.
2. Su alma esta en proceso de regeneración.
3. Su cuerpo será transformado o resucitado, sacado del sepulcro.
Este camino hacia la glorificación sólo puede ser recorrido a través de la ministración por los rociamientos de la sangre de Cristo.
CONCLUSIONES
1. El derramamiento de la sangre es para salvación, los rociamientos de la sangre para regeneración. 2. La persona que no completo su proceso en la tierra porque muere, lo completará en la resurrección.