LA RESTAURACION FAMILIAR

LA RESTAURACION FAMILIAR

Génesis 2:18

INTRODUCCIÓN

Antes de  establecer su  Iglesia, Dios instituyó a  la  familia al  haberle dado compañera a Adán y ordenar que tuvieran hijos y gobernaran la tierra. Para Dios es tan importante la relación familiar, que compara la unción matrimonial de un hombre con una mujer, con la unión en una sola carne de su Hijo Jesucristo y la Iglesia, siendo esto, un grande misterio (Efesios 5:32).

El orden básico para el buen funcionamiento de las relaciones familiares, establecido por Dios en el huerto del Edén, fue roto por la desobediencia del hombre. Sin embargo, sus leyes y disposiciones siguen siendo las mismas, pues fueron dadas por el mismo Dios, para que aquella unión se desarrollara de acuerdo a sus propósitos divinos.

DESARROLLO

Desde el mismo huerto, Dios dejó establecido el orden jerárquico que debería regir las relaciones en la familia: Adán fue tomado primero y después Eva; aún más, la mujer fue formada de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, y el mismo Adán la llamó varona porque del varón fue tomada (Génesis 2:22-23). El propósito de Dios al hacer a la mujer, fue el de darle al hombre una ayuda idónea, pues El determinó que no era bueno que el hombre estuviera solo (Génesis 2:18).

Todo esto, establecía claramente el papel que tenían que desempeñar el varón y la mujer en la relación familiar que estaba empezando a formarse: Adán como cabeza y Eva como su ayuda idónea. Cuando la mujer comió del fruto prohibido, rompió el orden establecido por Dios, puesto que tomó una decisión tan importante por Adán. Luego, Adán rompe también el mismo principio y come del fruto que le dio Eva, por lo que Dios lo reprende severamente  por  haber  obedecido  la  voz  de  la  mujer  y  por  haberle desobedecido a El (Génesis 3:17). El pecado vino a trastornar las relaciones familiares establecidas en el huerto del Edén, y toda la armonía que existía en ese matrimonio, se rompió a tal extremo que Dios los echó del huerto del Edén (Génesis 3:23).

Sin embargo, antes de sacarlos, les hizo la promesa de enviar al Salvador, que vendría a restaurar todas las cosas y a salvar lo que se había perdido (Génesis 3:15; Mateo 18:11).

a) El matrimonio:

El matrimonio fue fundado por Dios par una convivencia de tres dimensiones: espíritu, alma y cuerpo. Al haberse deformado por el pecado, ahora nosotros tenemos conocimiento de una institución que tiene muy poco de la institución divina y mucho de los arreglos humanos. No conocemos realmente lo que es el matrimonio  como  se  planeó  originalmente.  Es  algo  así  como  decir  que nosotros no conocimos al mundo como se formó ni al hombre como era. Lo conocemos como es y como está ahora pero no era ni estaba así al principio.

Dios no creó una relación temporal en el matrimonio, sino una institución en la cual el hombre y la mujer iban a vivir eternamente, y salió de la mano de Dios la creación del hombre y la mujer, adaptándolos de tal manera, que estaban hechos para que fueran el complemento permanente y satisfactorio el uno del otro, procreando hijos, enseñándoles y transmitiéndoles la fe en el Creador. El problema de ahora es que no está buscándose una unión triple: espiritual, anímica y corporal; y mientras no se llenen esos tres requisitos, el matrimonio no puede ser satisfactorio de ninguna manera.

Actualmente, cuando se piensa en el matrimonio, se piensa en una relación que satisface el amor carnal, en eros, en un amor que satisface o no necesidades fisiológicas, y eso ha traído a que  el  matrimonio realmente sea  una  serie  de  insatisfacciones, o  bien  de satisfacciones de las cuales se aburren los esposos y terminan separándose y disolviendo su unión matrimonial. Ninguno de los matrimonios actuales puede asegurar que es perfecto, pues son muchas las razones que pueden romper la armonía en el hogar. Existe una preordenación respecto al matrimonio.

Dios nos puso a escoger nuestra pareja, pero desde el punto de vista de El, y no desde el punto de vista carnal humano. El problema básico consiste en querer armonizar  los  cuerpos,  sin  tener  en  cuenta  que  primeramente  deberán armonizar los espíritus y las almas. Las metas espirituales de la pareja que se va a unir en matrimonio, deben ser las mismas, esto significa que la unión debe ser un yugo igual.

Los espíritus pueden estar con metas iguales y sin embargo, puede existir el problema de que no se conocen las almas; no se frecuentan, no hacen amistad, no hay comunicación para saber sus diferentes vocaciones, sus afinidades, sus diferencias, etc. Esto es necesario, pues para que se logre un matrimonio, tiene que haber afinidad de las tres áreas: espíritu, alma y cuerpo.

Cuando los acercamientos son sólo de cuerpos, esa relación no puede perdurar porque no corresponde a una institución hecha por Dios. Si todo el sentido es corporal o fisiológico, se vuelve irracional. La verdadera comunión va a ser espiritual, y  cuando se  logra en  los  dos  planos que  tiene:  el  vertical y  el horizontal, que corresponden al espíritu y al alma, entonces los cuerpos van a encontrar grandes satisfacciones, que ni siquiera habían sospechado que pudieran tener.

b)  La familia:

Desde el principio, Dios trato con familias, Dios está interesado en las familias, y ese interés se resalta en la promesa que le hiciera a Abraham: “En ti serán benditas todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3). Es necesario afianzar la integridad de la familia. No se puede adorar en la iglesia si se está quebrado en la intimidad de la casa. Hay hogares quebrados por culpa de los padres y hogares quebrados por culpa de los hijos; pero Dios prometió que en los últimos tiempos, haría volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres (Malaquías 4:6).

Si no ha habido una siembra para el espíritu en el hogar, ¿qué se puede esperar? Si no ha habido una siembra mutua en que el esposo y la esposa sepan y sientan que hay vía corriente del espíritu y del alma antes que del cuerpo, entonces su unión será de carnes. La solución es volver a lo que verdaderamente es el hogar, que es calor interno, la unión de espíritus y almas para que se puedan unir los cuerpos.

Si se siembra amor, comprensión, amistad, cariño, intimidad y comunión, se va a cosechar  de  lo  mismo  y  va  a  establecerse  un  ambiente  maravilloso.    Es necesario hacer del hogar un lugar agradable y atractivo, en donde los padres y los hijos vivan en completa armonía y comunión; en donde realmente den ganas de estar y se sienta uno bien allí. En esa forma, la calle perderá su funesto atractivo para los jóvenes, quienes preferirán el ambiente de su casa. La vida del hogar del hijo pródigo, fue grata hasta que aceptó la comunión espiritual con el Padre.

Por eso hay muchos en la casa de la abundancia con la mente en la pocilga, porque no están en armonía con el Padre y hay muchos pródigos que quieren  armonizarse con  el  Padre.  A  éstos  hay  que  abrirles  los  brazos  y vestirlos.

c)  La restauración de las relaciones familiares:

Solo hay una fuerza capaz de restaurar la unidad en el matrimonio de preservar la paz en las relaciones de una familia cristiana. El amor verdadero es el vínculo perfecto y tiene su origen en Dios, porque Dios es amor (Colosenses 3:14 y 1ª Juan 4:8). El verdadero amor es el que lo da todo sin esperar nada de vuelta. El amor  es  sufrido,  es  benigno,  no  tiene  envidia,  no  es  jactancioso,  no  se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, se goza de la verdad, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta (1ª Corintios 13:4-7).

El amor es el fruto del Espíritu y como tal tiene que ser cautivado en nosotros para que madure y se fortalezca hasta llegar a su plenitud (Gálatas 5:22). Para que las relaciones familiares puedan ser realmente restauradas, es necesario que cada uno de sus

componentes esté dispuesto a cambiar y a esforzarse, para que sus actuaciones en el hogar estén de acuerdo con lo establecido por Dios, pues gracias a El tenemos suficiente información e instrucciones en su Palabra escrita, para que nuestro matrimonio sea exitoso y nuestro hogar esté lleno de comunión, amor, prosperidad y felicidad.  

Con respecto al esposo, le recuerda que su función dentro del hogar es la de ayuda idónea de su marido. La falta de sujeción de las mujeres a sus maridos es el principal motivo de problemas y desviaciones en el hogar, ya que el matriarcado es uno de los principales ingredientes, para que la conducta de los hijos tome giros hacia la rebeldía y la homosexualidad. La mujer sabia actúa conforme a la voluntad de Dios, contribuyendo en esta forma a la edificación de su casa.

La mujer necia insiste en hacer su propia voluntad, derribando con sus manos lo poco o mucho que se haya logrado edificar. No puede haber paz en un hogar en el que la mujer pelea y grita por cualquier cosa; una mujer así induce al marido al adulterio y a los hijos a la rebeldía, los vicios y la perversión (Efesios 5:22-24; Proverbios 14:1, 21:9, 27:15-16).

A los esposos como pareja, les recuerda que han dejado de ser dos para unirse en una sola carne, y que no conviene que vivan en la casa de sus padres, pues allí no podrán funcionar con la autoridad que deben tener (Efesios 5:31). El chantaje sexual al negarse los cuerpos para la obtención de alguna ventaja, es de inspiración  satánica  y  trae  consecuencia  la  separación,

 la  infidelidad  y  el divorcio. (1ª Corintios 7:3-5). Es necesario ejercitarse en perdonar los agravios con prontitud, para que no se profundice la brecha de separación que producen las diferencias en los matrimonios. No hay que dejar que el sol se ponga sobre nuestro enojo (Efesios 4:26). Tanto el marido como la mujer son responsables de cultivar el amor del uno por el otro, para que su hogar sea establecido de acuerdo a la voluntad de Dios: el hombre como cabeza, y la mujer como su ayuda idónea (Efesios 5:33).

Los padres tienen la responsabilidad de enseñar, orientar y formar a sus hijos (Proverbios 1:8). Sin embargo, si los padres no ponen en práctica lo que aprenden en la iglesia, ¿cómo podrán enseñar a sus hijos?  La  mejor  forma  de  enseñar  es  a  través  del  ejemplo.  La  conducta intachable de los padres será la mejor escuela para sus hijos (Mateo 7:24 y 26), ya que lo que se edifique sobre el buen ejemplo tendrá una base sólida, que no será removida con facilidad.

La ciencia moderna enseña que no hay que castigar a  los  hijos,  pues  esto  le  formará  traumas  psicológicos,  que  alterarán  su desarrollo y su futuro comportamiento en la sociedad. Sin embargo, la palabra de Dios nos enseña que si no se corrige al hijo con sabiduría y de acuerdo con su edad y condición física, su vida se torcerá y podrá perderse para siempre. El niño es rebelde por naturaleza, pues nace afectado por el pecado de Adán y Eva. Desde pequeñito trata de imponerse y es necesario enseñarle a reconocer

y respetar la autoridad que Dios puso en sus padres (Proverbios 12:1, 13:24,

22:15, 29:15. 29:17).

Tenemos que aprender a castigar con justicia y sabiduría a nuestros hijos, para que no se rebelen contra nuestra autoridad, y cuando nos equivoquemos debemos tener la suficiente entereza para pedirles perdón, pues de lo contrario estaremos provocándoles a ira y desalentándolos (Col. 3:21 y Efesios 6:4).

Cuando castiguemos a nuestros hijos, debemos tener siempre presente que no se trata de descargar nuestra ira, sino de corregirlos. Los esposos no deben menospreciar la autoridad de su cónyuge, respetando el castigo que el otro le haya impuesto a sus hijos (salvo, naturalmente que se trate de algo que pueda lesionar la integridad del hijo, ya sea física, moral, intelectual o psicológica).  Lo que deberá hacerse en tales casos es llamarlo aparte y arreglar sus diferencias calmadamente y  en  privado, para  mostrar siempre unidad en  la  autoridad delante de sus hijos. 

Los padres deben tener presente que mientras más amor y buen ejemplo se les dé a los hijos, menos necesidad de castigo se tendrá. Los hijos deben estar sujetos a sus padres y obedecerlos en todo, porque esto agrada al Señor. Ese es el orden establecido por Dios y cuando es quebrado entonces empiezan los problemas para el hombre (Ef. 6:1-3, Col. 3:20).

Los hijos tienen una tendencia natural a despreciar los consejos y las enseñanzas de sus padres, a quienes consideran anticuados e injustos. Sin embargo, cuando van madurando y llagan a tener sus propios hijos, se van dando cuenta de su equivocación. Cuántos problemas, dolores y tropiezos se evitarían si supieran valorar a tiempo el consejo de sus padres (Prov. 4:1, 12:1. 13:1, 15:32 y 17:25).

Los hijos que desprecian el consejo de sus padres y buscan malos consejeros, resultan  llenos  de  cadenas  y  ataduras  que  los  esclavizan  y  los  llenan  de infelicidad (Proverbios 6:20-23, 20:20, 28:7, 15:32).

CONCLUSIONES

1.-   El matrimonio que ahora conocemos, es la unión legal de un hombre y una mujer. Aunque Dios avala esta unión, no corresponde al matrimonio que El mismo estableció en el huerto del Edén.

2.-    El pecado trastornó las relaciones familiares establecidas por Dios en el huerto y rompió la armonía que reinaba en el matrimonio fundado por El.

3.-   El verdadero matrimonio es unión de espíritus y almas, para que se puedan unir los cuerpos. Sin estos tres requisitos, nunca podrá ser satisfactorio.

4.-   Dios siempre trató con familias y está interesado en su integración.

5.-   Es necesario afianzar la integridad de la familia, buscando su restauración a través de la aplicación de las leyes, normas y consejos que el Señor, en su infinita misericordia, nos legó en su Santa Palabra, a través de la Biblia.

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